Un guerrero debe enfocar su atención en el vínculo que lo une con su muerte. Sin remordimiento ni tristeza ni preocupación, debe poner su atención en el hecho de que no tiene tiempo y dejar que sus actos fluyan de acuerdo con ello. Ha de hacer de cada uno de sus actos su última batalla sobre la Tierra. Sólo en tales condiciones tendrán sus actos el poder que les corresponde. De otro modo serán, mientras viva, los actos de un necio.
Un guerrero cazador sabe que su muerte lo aguarda, y que ese mismo acto que ahora está realizando puede muy bien ser su última batalla sobre la Tierra. Lo llama batalla porque es una lucha. La mayoría de la gente pasa de acto a acto sin luchar ni pensar. Un guerrero cazador, por el contrario, evalúa cada acto; y como tiene un conocimiento íntimo de su muerte, procede juiciosamente, como si cada acto fuera su última batalla. Sólo un necio dejaría de notar la ventaja que un guerrero cazador tiene sobre sus semejantes. Un guerrero cazador da a su última batalla el respeto que merece. Es natural que su último acto sobre la Tierra sea lo mejor de sí mismo. Así le place. Así le quita el filo a su temor.
Un guerrero es un cazador inmaculado que caza poder; no está borracho ni
loco, ni tiene tiempo ni humor para fanfarronear, ni para mentirse a sí mismo,
ni para equivocarse en la jugada. La apuesta es demasiado alta. Lo que se juega
es su vida pulcramente ordenada que tanto tiempo le llevó afinar y
perfeccionar. No va a desperdiciar todo eso por un estúpido error de cálculo o
por tomar una cosa por lo que no es.
Un hombre, cualquier hombre, merece cuanto les toca en suerte a los hombres: alegría, dolor, tristeza y lucha. No importa la naturaleza de sus actos, siempre y cuando actúe como guerrero.
Si su espíritu está deformado, simplemente debe arreglarlo, depurándolo y perfeccionándolo, porque no hay en la vida una tarea más digna de emprenderse. No arreglar el espíritu es buscar la muerte, y eso es igual que no buscar nada, porque la muerte va a alcanzarnos de todos modos. Buscar la perfección del espíritu del guerrero es la única tarea digna de nuestra transitoriedad y de nuestra condición humana.
Un hombre, cualquier hombre, merece cuanto les toca en suerte a los hombres: alegría, dolor, tristeza y lucha. No importa la naturaleza de sus actos, siempre y cuando actúe como guerrero.
Si su espíritu está deformado, simplemente debe arreglarlo, depurándolo y perfeccionándolo, porque no hay en la vida una tarea más digna de emprenderse. No arreglar el espíritu es buscar la muerte, y eso es igual que no buscar nada, porque la muerte va a alcanzarnos de todos modos. Buscar la perfección del espíritu del guerrero es la única tarea digna de nuestra transitoriedad y de nuestra condición humana.
Lo más difícil en este mundo es adoptar el ánimo del guerrero. De nada sirve
estar triste, quejarse y sentirse justificado de hacerlo creyendo que alguien
nos está siempre haciendo algo. Nadie le está haciendo nada a nadie, y mucho
menos a un guerrero.
Un guerrero es un cazador. Todo lo calcula. Eso es control. Una vez terminados
sus cálculos, actúa. Se deja ir. Eso es abandono. Un guerrero no es una hoja a
merced del viento. Nadie puede empujarle; nadie puede obligarle a hacer cosas en
contra de sí mismo o de lo que juzga correcto. Un guerrero está preparado para
sobrevivir, y sobrevive del mejor modo posible
Un guerrero no es más que un hombre, un hombre humilde. No puede cambiar los designios de su muerte. Pero su espíritu impecable, que ha reunido poder tras grandes penas, puede ciertamente detener su muerte por un momento, un momento lo bastante largo para permitirle regocijarse por última vez al evocar su poder. Podemos decir que ése es un gesto que la muerte tiene con quienes poseen un espíritu impecable.
No importa cómo lo hayan criado a uno. Lo que determina el modo en que uno hace cualquier cosa es el poder personal. Un hombre no es más que la suma de su poder personal, y esa suma determina cómo vive y cómo muere.
El poder personal es un sentimiento. Algo así como tener suerte. O podríamos llamarlo un talante, un ánimo. El poder personal es algo que se adquiere a través de toda una vida de lucha.
Un guerrero actúa como si supiera lo que hace, cuando en realidad no sabe nada.
La clave está en lo que se enfatiza. O nos hacemos desdichados o nos hacemos fuertes. Cuesta el mismo trabajo lo uno que lo otro.
Desde el momento en que nacemos, la gente nos dice que el mundo es esto y aquello, y de tal y cual manera; naturalmente, no tenemos otra opción más que aceptar que el mundo es de la forma en que la gente nos ha estado diciendo que es.
El arte del guerrero consiste en
equilibrar el terror de ser un hombre con la maravilla de ser un hombre.
El guerrero aprende que para ganar una batalla no se trata de
tener altura,
sino de estar a la altura.
Por eso nunca gasta su energía para valorar la estructura del cuerpo.
Sino para reverenciar la grandeza del alma.
La única que trasciende”.
sino de estar a la altura.
Por eso nunca gasta su energía para valorar la estructura del cuerpo.
Sino para reverenciar la grandeza del alma.
La única que trasciende”.
Publicado por ; Salmagaya Salen .
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